Capítulo 9
Sexta señal: la curación de un ciego de
nacimiento, Juan 9.1-12
9.1: Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
Al estudiar el relato en Juan 9, se debe recordar que la división en capítulos del evangelio de Juan fue hecha muchos años después de los tiempos apostólicos. Lo que se narra en el capítulo 9 es una continuación de lo que leemos en el capítulo 8. El relato en sí, como otros textos en Juan, tiene una estructura tripartita: 1- el milagro, 2- la controversia y 3- el discurso. El capítulo comienza con el encuentro de Jesús y sus discípulos con un hombre nacido ciego en Jerusalén. El hecho ocurre durante la misma fiesta de los tabernáculos mencionada en Juan 7 y 8, o en el tiempo entre dicha fiesta (en octubre) y la fiesta de la dedicación (en diciembre). Aileen Guilding cree que la historia que se relata en Juan 9 tiene relación con las lecturas sinagogales para el mes hebreo de cheshvan que comienza unos 15 días después de la fiesta de los tabernáculos.
El evangelista presenta la historia del ciego de nacimiento con un elevado nivel de dramatismo e ironía. El drama está dividido en siete escenas. Como en los antiguos dramas griegos hay solamente dos actores o dos grupos de actores en cada escena (Duke 1985.118). Las escenas que forman un quiasma son las siguientes:
A. 1-7 Jesús y el ciego
B. 8-12 El ciego y sus vecinos
C. 13-17 El ciego y los fariseos
D. 18-23 Los fariseos y los padres del ciego
C. 24-34 El ciego y los fariseos
B. 35-38 El ciego y Jesús
A. 39-41 Jesús y los fariseos
Con toda probabilidad, el ciego de nacimiento estaba mendigando en las puertas meridionales de la explanada del templo. A los ciegos, paralíticos y deformes les estaba prohibida la entrada al patio o atrio del pueblo de Israel, pero podían entrar en el atrio de los gentiles y en las puertas exteriores de la explanada (Jeremías 1977.137).
Como otros relatos notables en este evangelio, la historia del mendigo ciego ante la puerta del templo tiene mucho que enseñamos. En primer lugar, el ciego de nacimiento es un personaje histórico que fue sanado milagrosamente por Jesús en un tiempo y espacio. Según la cronología del ministerio de Jesús que John A.T. Robinson elaboró. Jesús estaba en Jerusalén para la fiesta de los tabernáculos del 12 hasta el 19 de octubre del año 29 d.C. (Robinson 1985.157). En segundo lugar, 271 esta historia nos sirve como un ejempio de nuestro estado espiritual antes de la renovacion del Espiritu Santo.
El ciego de Juan 9 es el unico individuo mencionado en los cuatro evangelios que sufria algun mal desde su nacimiento. No se menciona su nombre, ni se refiere a el como cierto hombre como en otros relates biblicos. Solamente es llamado hombre ciego av6p(n)7iov W())A,OV, pero cada uno de nosotros podria sustituir el nombre del ciego por el suyo propio. En un sentido simbolico el ciego de nacimiento soy yo. Todos nosotros nacemos ciegos, sin fe y sin conocimiento del Dios verdadero. San Pablo habia del dios de este siglo que ciega el entendimiento de los que no creen para que "no les resplandezca la luz del evangelic de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Corintios 4.4). El ciego no busca a Jesus, sino que Jesus viene a buscarlo a el. La oveja, cuando se pierde, no puede encontrar el camino a la casa del padre. El buen pastor tiene que ir a buscar lo que se habia perdido.
Asi, ninguno de nosotros puede buscar a Dios, a menos que Jesus venga a buscamos primero.
9.2: Y Ie preguntaron sus discipulos, diciendo: Rabi, quien peco, este o sus padres, para que haya nacido ciego? Para los discipulos hay solamente dos posibles respuestas para explicar la ceguera del ciego. La primera respuesta es que el hombre tiene que sufrir las consecuencias de un pecado de sus antepasados. La ley de Moises afirma: "Yo soy Jehova tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres hasta la tercera y cuarta generacion de los que me aborrecen" (Exodo 20.5). El profeta Ezequiel habia aclarado que Dios solamente castiga a los hijos cuando siguen en los pecados de sus antepasados (Ezequiel 18.1-32; especialmente versiculos 19 y 20). A pesar de la explicacion de Ezequiel, muchas personas en el tiempo de Jesus y en nuestro tiempo actual, creen que Dios castiga a los hijos por los pecados de sus antepasados. Una de las lecturas en la sinagoga en el mes de cheshvan relata como el rey Amasias mato a los siervos que habian dado muerte al rey Joas, su padre: "Pero no mato a los hijos de los que Ie dieron muerte, conforme a lo que esta escrito en el libro de la ley de Moises, donde Jehova mando diciendo: No mataran a los padres por los hijos, ni a los hijos por los padres, sino que cada uno morira por su propio pecado" (2 Reyes 14.6).
Mas sorprendente es la insinuacion de que el ciego de nacimiento pueda estar sufriendo por su propio pecado. Eso seria posible solamente si el hombre hubiera cometido un pecado en el vientre de su madre o en una vida o reencamacion anterior. Segun algunos escritos rabinicos, un nino todavia en el vientre de su madre puede llegar a ser culpable de pecado si su madre acude a adorar a un idolo en un tempio pagano. Otros opinan que los ninos ilegitimos pueden nacer con un defecto como consecuencia del pecado de fomicacion cometido por los que lo engendraron (Guilding 1960.123).
En el tiempo de Jesus algunos judios, bajo la influencia del filosofo griego
Platon, habian llegado a creer en la preexistencia del alma. Como los mormones de nuestros dias, estos judios creian que antes de la creacion del mundo las almas preexistentes vivian en el septimo cielo o en el Eden esperando el momento cuando pudieran entrar en un cuerpo humano y nacer. Algunas de estas almas eran buenas, pero otras eran malas (Barclay 1974.47). Por eso el autor del libro apocrifo de Sabiduria da gracias a Dios porque Ie fue dada un alma buena en el dia de su nacimiento: "Era yo un muchacho de buen natural, me cupo en suerte un alma buena, o mas bien, siendo bueno, vine a un cuerpo incontaminado" (Sabiduria 8.19-20).
El A.T. no ensena nada en cuanto a la doctrina de la reencamacion segun la cual las almas pueden volver a reencamar en otros cuerpos humanos despues de la muerte fisica. Sin embargo, en el tiempo de Jesus, la zona del Mediterraneo estaba inundada de toda clase de creencias religiosas de todas partes del mundo. Es bien posible que algunos de los discipulos hubieran oido algo semejante a la doctrina oriental del karma segun la cual el alma de uno tiene que segar en futuras generaciones lo que ha sembrado en reencamaciones anteriores. Segun la doctrina del karma, si una persona vivejustamente en esta vida, puede reencamarse como un comerciante rico, un sabio ilustre o un brahmin. Pero si vive injustamente, tendra que sufrir las consecuencias de su pecado en futuras reencamaciones. Podra renacer como leproso, ciego, paralitico y hasta como gusano o cucaracha.
En las religiones orientales como el hinduismo y el budismo, la doctrina del karma sirve como unajustificacion del status quo. Si se cree que es la voluntad de los dioses que algunas personas sean pobres, oprimidas o marginadas, entonces seria un pecado cambiar la suerte de los pobres o intentar cambiar el sistema socio-economico para aliviar sus sufrimientos. Hay que dejarlos sufrir lo que el destino ha preparado para ellos. Historicamente, la doctrina del karma ha servido para inculcar el fatalismo y la resignacion. Es facil negar una limosna al ciego con el argumento: Que sufra por sus pecados la suerte que su destino ha determinado para el.
Segun la Biblia, no habra futuras reencamaciones para nuestras almas. El libro de Hebreos afirma categoricamente "que esta establecido para los ombres que mueranuna sola vez, y despues de esto eljuicio" (Hebreos 9.27). La doctrina que ensena el N.T. es muy diferente a la doctrina del karma del hinduismo y de las religiones orientales tan populares en America latina hoy en dia. Segun las religiones orientales, el hombre tiene que segar en las reencamaciones futuras lo que ha sembrado en las reencamaciones pasadas. Segun el evangelic de Jesucnsto, todos nosotros hemos sembrado el mal y merecemos segar la maldicion de Dios. Pero Dios, en su amor, ha enviado a su hijo Jesucristo a nuestro mundo para sembrar la justicia, la verdad y el amor. Sin embargo, al morir por nosotros en la cruz, Jesucristo sego el mal que nosotros hemos sembrado. Por eso, Jesus mismo fue sembrado en la tierra. Pero Dios lo resucito al tercer dia para que pudieramos segar endicion: perdon y vida. Por su espiritu, segamos todo lo que Jesus ha sembrado. El evangelio no conduce al fatalismo ni a la aceptacion ciega de nuestra suerte. El evangelic, mas bien, nos impulsa a luchar para cambiar y transformar todo sistema injusto que produzca opresion, sufrimiento y marginalidad. La ley oriental del karma es mala noticia, pero el mensaje de la cruz es buena nueva.
Muchas veces lo que esta oculto detras de las preguntas, como la de los discipulos, es el deseo de negar nuestra responsabilidad por el bienestar del projimo y de la sociedad. Si es la voluntad de las estrellas, o de Dios, o de la ley del karma que las cosas y las personas sean asi como son, entonces no hay nada que podamos hacer para cambiarlas. Tenemos que aceptar el sistema, la ley del karma y la injusticia que reina en el mundo como nuestro destine. Como resultado, en vez de luchar en pro del reino de Dios, nos conformamos al reino de este mundo.
Al llamar a Jesus rabi, los discipulos Ie estan dando al Senor un titulo que ostentaban los escribas del pueblo de Israel. Para ser llamado rabi, un talmid o estudiante, debia haber cumplido un cicio de estudios de varies anos con un rabino reconocido, asi como lo hizo Saulo de Tarso con el gran rabino Gamaliel. "Cuando habia llegado a dominar toda la materia tradicional y el metodo de la halaka, hasta el punto de estar capacitado para tomar decisiones en cuestiones de legislación religiosa y de derecho penal, era 'doctor no ordenado' (talmid hakam). Pero solo cuando habia alcanzado la edad canonica para la ordenacion, fijada en 40 anios... podia ser recibido, por la ordenacion, en la corporacion de escribas." Entonces teniael derecho de ser llamado rabi (Jeremias 1977.251-252). El hecho de que Jesús fuera llamado rabi por sus discipulos, sin haber sido ordenado como rabino, indica que ellos reconocian que Jesus poseia una autoridad y una ordenacion que estaba por encima de la autoridad y la ordenacion rabinica de los escribas.
9.3: Respondio Jesus: No es que peco este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en el. iQue bellas palabras de vida son estas!
Durante mi ministerio muchas personas espiritualmente debiles ban venido a mi a preguntarme: "^Pastor, por cual pecado me esta castigando Dios con esta enfermedad... o por que no puedo dar a luz... o por que he nacido asi?" Muchas personas en nuestras comunidades y congregaciones sufren dudas, depresiones y trastomos mentales porque creen que Dios los odia, rechaza y castiga ya que sufren una enfermedad, un problema familiar, una tragedia personal o una deformidad fisica. Con frecuencia nuestro viejo Adan, como los discipulos de Jesus y los amigos de Job, cree que todo lo que sufrimos en vida es consecuencia de la ira de Dios debido a una falta nuestra o de nuestros progenitores.
Jesus, en cambio, declara que el hombre nacio ciego porque Dios tiene un plan para su vida. Su existencia tiene un proposito. Nadie Ie habia hablado antes de esta manera. Hay esperanza para el y para todos los que aparentemente son pura perdida o casos perdidos. Cuando uno llega a creer que la vida no tiene proposito o que uno es un caso perdido, entonces esta tentado a suicidarse. Puede suicidarse de un solo goipe o poco a poco por medio del alcohol o las drogas. Pero necesitamos llamar a todo el que ha llegado a creer que su vida no tiene significado o proposito, a que abra su Biblia y lea las palabras de Jesus en este versiculo: Este ha nacido "para que las obras de Dios se manifiesten en el." Su afliccion, como la enfermedad de Lazaro en Juan 11.4, es para la gloria de Dios.
En Juan 9.3 tenemos un buen antidote contra el fatalismo de nuestra cultura latmoamericana. Jesus ha venido a libramos de la resignacion a un destine inalterable, inmutable e implacable. En los tiempos del N.T., los estoicos creian que todo lo que sucede en el mundo estaba predeterminado por el destino y la posicion de las estrellas y los planetas. Los estoicos ensenaban que los seres humanos no podian cambiar su destino, por eso les tocaba aceptar el destino que habia sido determinado para ellos. Otras personas, sin embargo, acudian a la magia y a las religiones de misterio en un intento de cambiar su suerte. Para muchos, en los tiempos de San Juan y San Pablo, la magia era una tecnica empleada para influir a los espiritus astrales que controlan el destino de los seres humanos. Pablo menciona estos espiritus astrales en Efesios 6.12. En mi ministerio en America latina he conocido a muchos supuestos cristianos que en momentos de crisis y enfermedad han buscado cambiar su suerte con practicas magicas e invocando a Maria Lionza, al negro Felipe, al indio Guaicaipuro y a las deidades africanas de la santeria cubana o brasilena.
En la ciudad de Efeso, donde Juan escribio su evangelio, no existia la santeria cubana o el culto a Maria Lionza, pero si existia el culto a la diosa Artemisa, tambien conocida como Diana de los efesios. Muchos de los creyentes en Efeso y Ásia Menor habian sido devotos de Artemisa antes de su conversion a Cristo. Para algunos de ellos siempre existia la tentacion de volver a buscar la ayuda de Artemisa em tiempos de crisis. Artemisa era considerada una diosa que tenia poder y autoridad sobre las estrellas y los espiritus astrales. Una bellisima imagen de marmol de Artemisa del siglo II d.C. tiene alrededor de su cuello una cadena con los doce signos del zodiaco. De esta manera el escultor queria dar a entender a los devotos de Diana que ella tenia poder para alterar el destino o la suerte de sus adoradores (Arnold 1992.50-51). Esta fue una de las causas por la cual los habitantes de Asia Menor elevaron a Diana de los efesios a patrona de toda Asia. Pero la manera en que el autor del cuarto evangelio relata la historia de Jesus, nos hace ver que el unico que conoce el plan de Dios para nuestras vidas es el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre: nuestro Senor Jesucristo. A el, y solo a el, debemos acudir en nuestra debilidad y necesidad. Los practicantes de la magia y los espiritus del ocultismo solamente nos llevaran a la destruccion, pero Jesus ha venido para que las obras de Dios se manifiesten en nosotros.
9.4-5: Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.
Jesús habla a sus discípulos de la necesidad que tiene de trabajar aunque sea día de reposo. Jesús tiene que trabajar hasta lahora de su muerte, la cual es el verdadero sábado de Dios (Duke 1985.77). Por medio de su muerte y resurrección Jesús dará el verdadero descanso a su pueblo. En Jesús el día de reposo encontrará su cumplimiento. La curación del ciego será una señal del verdadero cumplimiento del sábado aunque los fariseos acusarán a Jesús de no guardar el día de reposo, v.l6. Jesús tiene que aprovechar el tiempo que tiene disponible para hacer la voluntad del Padre en el mundo. Nosotros, como seguidores de Jesús, también somos llamados a aprovechar las oportunidades que el Padre nos da para proclamar su Palabra y hacer el bien. Hay millones de personas espiritualmente ciegas que necesitan que les prediquemos a Cristo a fin de que sus ojos sean abiertos. Hay que aprovechar cada oportunidad de tocar con el evangelio los ojos y los corazones de los que están espiritualmente ciegos. El tiempo es corto, pronto vendrá la noche cuando nadie puede trabajar.
9.6: Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con
el lodo los ojos del ciego.
¿Por qué hizo Jesús lodo con su saliva en vez de sanar al ciego tocándolo con la mano o con la autoridad de su Palabra? Juan Calvino creyó que fue para hacer al ciego más ciego todavía con el fin de magnificar la grandeza de la curación (Carson 1991.364). Ireneo y otros padres de la iglesia primitiva creyeron que aquí Jesús se manifiesta como el Creador que en Génesis 2.7 hizo al primer hombre del polvo de la tierra. Con el mismo polvo de la tierra, Jesús completa lo que faltaba en este ciego de nacimiento (Léon-Dufour 1992.277-278).
Otros intérpretes señalan que en el mundo grecorromano se creía que la saliva tenía propiedades curativas o mágicas. El historiador romano Tácito relata que una vez el emperador Vespasiano sanó con su saliva a un ciego (Hoskyns 1947.354). En una de sus obras, Plinio menciona que la saliva tiene grandes propiedades defensivas y curativas. Sirve como defensa contra el veneno de las serpientes, la epilepsia, las manchas de lepra, las verrugas y el mal de ojo (Barclay 1974.51-52).
Por estar en contra de prácticas mágicas, algunos rabinos prohibieron el uso de la saliva en las curaciones. Pero debemos señalar que el ciego se sanó, no con la aplicación de la saliva o el lodo, sino cuando, confiando en la palabra de Jesús, se lavó en el estanque de Siloé.
9.7: Y le dijo: Vé a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
El estanque o piscina de Siloé a donde fue enviado el ciego, era el único gran depósito de agua en la ciudad santa. Está situado al sudoeste de la ciudad vieja de Jerusalén, a la salida del gran túnel que construyó el rey Ezequías para traer agua hasta Jerusalén desde las comentes de Gihón y la fuente de la Virgen en el valle de Cedrón (2 Crónicas 32.30).
Este túnel de 532 metros de largo fue construido por Ezequías en el año 740 a.C. cuando se dio cuenta de que el rey asirio Senaquerib intentaba invadir Palestina. Para que la ciudad tuviera agua en abundancia en caso de sitio se cortó la roca para formar el túnel, en una muestra de gran habilidad de ingeniería. El túnel fue redescubierto en el año 1880 y es una de las atracciones turísticas de Jerusalén hoy en día. Como hemos mencionado en el capítulo 7 que durante las celebraciones de la fiesta de los tabernáculos, cada día solía salir del templo una procesión solemne encabezada por sacerdotes y levitas para buscar agua del estanque de Siloé. Entre cánticos de júbilo, el agua que un sacerdote sacaba de la piscina en un jarrón de plata, era llevada al templo para ser derramada sobre el altar en agradecimiento a Dios por el don del agua, y por el don milagroso del agua que salió de la roca de Horeb en el tiempo de Moisés.
Para los judíos la palabra Siloé tenía un significado mesiánico. En la profecía que pronunció el moribundo Jacob a su hijo Judá, Siloé o Siloh parece ser el título del futuro rey o Mesías del pueblo de Israel. "No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos" (Génesis 49.10).
Jesús no dice simplemente al ciego que sus ojos sean abiertos, como bien podría haber hecho, sino que lo envía a lavarse en un manantial que se llama Siloé, que traducido quiere decir enviado. Jesús hace esto para subrayar que si queremos salir de las tinieblas a la luz de Dios, necesitamos ser lavados en las aguas del Bautismo, lavados en aquel que se llama Siloé o enviado, pues Jesús es el verdadero enviado del Padre. Jesús es el que ha sido enviado para ser la luz del mundo, la luz de nuestra vida.
Las palabras de Jesús al ciego: Vé a lavarte, son las mismas palabras con las que el profeta Elíseo mandó a Naamán a bañarse en el río Jordán en 2 Reyes 5. Guilding nos recuerda que la historia de la curación milagrosa de Naamán era otra de las lecturas utilizadas en las sinagogas durante el mes de cheshvan, o sea, el mes después de la fiesta de los tabernáculos, cuando Guilding cree que ocurrió la señal del ciego. Los padres de la iglesia antigua con regularidad interpretaban, tanto la curación del ciego, como la curación de Naamán, como símbolos del bautismo cristiano (Guilding 1960.124). El Bautismo nos trae a nosotros, que hemos nacido ciegos, la iluminación y el conocimiento de Dios y de su Hijo. En la epístola a los Hebreos la iluminación (ximou.ói; en griego) es un sinónimo de bautismo (Hebreos 6.4; 10.32).
9.8-9: Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.
Aquí, por primera vez, llegamos a saber que el ciego de nacimiento era también mendigo. Esto no es inusual puesto que en los tiempos de Jesús no existían instituciones sociales para cuidar de los ciegos, sordos mudos y paralíticos. Era necesario mendigar para tener para comer. Nuevamente vemos a Jesús en compañía de las personas más marginadas y despreciadas de la sociedad. La presencia de Jesús entre ellos es una proclamación viva del amor de Dios para los que eran rechazados como pecadores e ignorantes por los otros grupos religiosos.
Las preguntas hechas al ex-ciego sirven para confirmar la señal que ha ocurrido. Los vecinos del ex-ciego se dan cuenta de la señal, pero no de su significado. El ciego de nacimiento tampoco sabe quién es Jesús. No está en posición, todavía, de confesar su fe. Lo único que puede confesar es: "Yo soy." La fórmula: yo soy, ocurre una y otra vez en el cuarto evangelio para señalar quien, en verdad, es Jesús, pero en este versículo la fórmula es utilizada para señalar quién es el ex-ciego. Y el confiesa: "Yo soy el que nació ciego. Yo soy el que me sanado por Jesús." Como el ex-ciego, cada uno de nosotros también puede confesar: "Yo soy el que nació ciego, sin fe y sin luz en mi vida. Yo soy el que fui sanado de mi incredulidad y de mi pecado por Jesús, quien me untó los ojos de la fe con las aguas del Bautismo, me dio la luz de la fe y me purificó completamente." El ciego de nacimiento realmente es un nuevo hombre; los vecinos casi no le reconocen. Así es la persona que ha nacido de nuevo, es una nueva criatura, cambiada por la Palabra y el Espíritu del Dios vivo. Toda persona bautizada en el nombre de Cristo se ha revestido de Cristo y puede decir con Pablo: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2.20).
El evangelio de Juan no solamente nos enseña la necesidad de confesar a Jesús, sino también de confesar quiénes somos nosotros. El ex-ciego confesó que era un mendigo, un miembro del am-ha-aretz, un marginado, una persona sin importancia en el pueblo. La mujer samaritana también tenía que llegar al reconocimiento de quién era ella. Tenía que admitir: "Yo soy la mujer que ha tenido cinco maridos, la mujer que está viviendo en fornicación, la mujer que necesita llevar ante Dios un sacrificio de reconciliación, la mujer que tiene sed de agua viva, la mujer que necesita un salvador." Nuestra lectura del cuarto evangelio nos llama, no solamente a confesar a Jesús como el gran Yo soy, sino que me llama también a mí a confesar quién soy yo. La gran tragedia de los fariseos en el cuarto evangelio es que nunca llegaron a confesar quiénes eran ellos. Nunca pudieron llegar a admitir su pobreza espiritual, su pecado, su necesidad de agua viva y su necesidad de luz. Por no poder, o no querer confesar quiénes eran, tampoco pudieron llegar a confesar a Jesús.
9.10-12: Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Vé al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? El dijo: No sé.
Es interesante notar que no sé es la traducción del griego OVK oíoa y no de OÚK YIVÓOKCÜ. La palabra oíóa está relacionada con la palabra eróos (la palabra griega para ver). Paúl Duke cree que se usa esta palabra para enfatizar que el ciego ha llegado a ver claramente con sus ojos físicos pero todavía le falta desarrollar su visión espiritual (Duke 1985.119). En los versículos siguientes veremos cómo se aclara más y más la visión espiritual del ciego, hasta que por fin llega a confesar públicamente a Jesús como el Hijo de Dios. Lo irónico de este proceso es que los fariseos con sus preguntas son los instrumentos que Dios usa para abrir más y más los ojos de fe del ciego.
9.13-14: Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.
Según la ley oral de los fariseos es una transgresión de la ley de Dios practicar la medicina en día de reposo, a menos que sea una cuestión de vida y muerte. Cuando la vida de uno corría serio peligro, el médico tenía permiso de impedir que la condición del enfermo empeorara, pero le era prohibido sanar al enfermo. Por ejemplo, estaba prohibido curar una pierna o un brazo rotos o aún echar agua fría a un hueso roto en el día de reposo. Todo esto tenía que esperar hasta el próximo día (Barclay 1974.54).
Jesús pecó ante los ojos de los fariseos, no solamente porque curó al enfermo en un día sábado, sino también porque utilizó saliva en su curación. Los escribas habían declarado que estaba prohibido poner saliva sobre los párpados de una persona en el día de reposo. Además, el hecho de que Jesús hiciera lodo constituyó otra infracción de la ley, puesto que la ley estipula que no se puede amasar en el día de reposo.
9.15-16: Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.
El testimonio del ciego de nacimiento sirve para provocar una división entre los fariseos. Ha ocurrido un gran milagro, pero el milagro no ha producido la fe en todos los que escuchan el testimonio ex ciego. Los milagros nunca producen fe automáticamente; lo que hacen, es llamar a los que presencian los milagros a tomar una decisión de fe. Pero tal decisión debe basarse, no solamente en el milagro mismo, sino en nuestra evaluación del milagro en base a las Escrituras. El milagro necesita ser interpretado en base a la palabra de Dios. No todos los que producen milagros vienen de parte de Dios. No solamente Moisés, sino también los hechiceros del faraón hicieron que sus bastones se volvieran culebras (Éxodo 7.12). Jesús mismo nos advirtió que falsos cristos y falsos profetas vendrán haciendo grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos (Mateo 24.24). El error de los fariseos que rechazaron a Jesús no fue que intentaran evaluar el milagro a la luz de las Escrituras, sino que lo interpretaran mal. Su error estribó en que consideraron la curación del ciego como una violación del día de reposo. En realidad, la señal de la curación del ciego revela que en Jesús se cumple todo lo que esperaba y anticipaba el sábado judío. El día sábado daba un reposo parcial y pasajero, pero Jesús da el reposo defmitivo y verdadero.
No todos los seguidores de Cristo han recibido el don de ser apóstolo, misionero, pastor o evangelista, pero podemos afirmar que cada seguidor de Cristo puede ser su testigo. La historia del ciego de nacimiento nos ayuda a entender lo que hace un testigo. El testigo simplemente da testimonio de lo que Jesús ha hecho en su vida.
Para ser testigo de Jesús no se necesita discutir sobre filosofía o doctrinas difícilesde entender. El testigo solamente necesita contar las bendiciones que ha recibido del Señor Jesucristo. Ningún teólogo, filósofo o fariseo puede negar la realidad de las bendiciones que hemos recibido de Cristo.
Hay un canto que se basa en la historia del ciego que se puede usar, no solamente como un resumen de Juan 9, sino también para celebrar que también nosotros somos testigos del milagro que Cristo ha obrado en nuestras vidas, al abrimos los ojos de la fe, para que veamos que Jesús es nuestro Salvador:
Yo soy testigo del poder de Dios.
Muchas señales él me dado a mí.
Yo era ciego, ahora veo luz,
la luz gloriosa que me dio Jesús.
Nunca, nunca, nunca me ha dejado,
Nunca, nunca me ha desamparado.
En la hora oscura, en el día de prueba.
Jesucristo nunca me desamparará, ^
Jesucristo nunca me desamparará.
9.17: Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.
Aquí tenemos la primera confesión de fe del ex ciego. No es una confesión completa, pero reconoce que Jesús tiene que ser un profeta o tal vez el gran profeta mesiánico profetizado por Moisés en Deuteronomio 18.15 que esperaban tanto judíos como samaritanos. Un poco más tarde dará una confesión más completa y adecuada. Pero ya vemos que se están abriendo los ojos espirituales del ex ciego y comienza a ver la verdad. Cada vez se mueve más y más hacia la luz. En el A.T. los grandes profetas demostraron que eran auténticos mensajeros de Dios mediante las señales y maravillas que efectuaron. Así, el faraón y sus consejeros tuvieron que reconocer que Moisés era profeta (Éxodo 4.1-17) y Acab y sus servidores tuvieron que reconocer que Elias era profeta (1 Reyes 18).
9.18-19: Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?
Habiendo fracasado en su intento de usar al ciego como testigo contra Jesús o de encontrar una contradicción en el testimonio del que había sido ciego, los fariseos ahora buscan desacreditar al ex ciego y su testimonio. Van a los padres del hombre para interrogarlos y averiguar si en realidad había nacido ciego. Sospechaban que el hombre no era realmente ciego de nacimiento. Creían que se había puesto de acuerdo con Jesús para engañar al pueblo. Si podían comprobar esto, tendrían la evidencia necesaria para condenary ejecutar a Jesús como un falso profeta según lo dicho en Deuteronomio 18.20. En Deuteronomio 13.1-5 Moisés alerta a los hijos de Israel a tener cuidado de los falsos profetas que hacen señales o prodigios para llevar al pueblo a adorar a dioses ajenos. Moisés declara: "Tal profeta o soñador de sueños ha de ser muerto, por cuanto aconsejó rebelión contra Jehová vuestro Dios" (Deuteronomio 13.5).
Las preguntas de los fariseos son solamente dos: 1- ¿Es éste vuestro hijo y es verdad que nació ciego? 2- ¿Cómo, pues, ve ahora? Se puede notar que los fariseos están llevando a cabo una verdadera inquisición. No quieren entrar en diálogo. No están interesados en escuchar el testimonio del ex ciego, sino solamente en buscar una evidencia que puedan usar contra Jesús.
9.20-23: Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntad-le a él; él hablará por sí mismo. Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesa se que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.
Naturalmente, los padres del hombre sanado tienen que haber quedado asombrados y llenos de alegría con lo que ha pasado con su hijo. En sus corazones ellos reconocen que Jesús es un gran profeta, pero no lo confiesan públicamente porque se dan cuenta de la hostilidad de los líderes de la sinagoga en contra de Jesús.
Los padres del que había recibido la vista no quieren hacer nada para perjudicar a su hijo, pero tampoco quieren tener problemas con los líderes de su smagoga. Temían ser expulsados de la congregación. De acuerdo con Esdras 10.8, una persona excluida de la congregación no solamente queda fuera de la sinagoga y del templo, sino que también pierde toda su hacienda. Por eso los padres del ciego piden a los fariseos que vuelvan a interrogar a su hijo, pues es mayor de edad y puede dar un testimonio legal ante la asamblea. Según los rabinos, un niño llega a ser mayor de edad a los trece años y un día (Léon-Dufour 1992.272). Al pintar a los padres del ciego con colores tan vacilantes, el autor del evangelio tiene en mente a los muchos judíos de su tiempo que simpatizaban con Jesús y su evangelio, pero que no tenían el valor de confesarlo públicamente. El que no está dispuesto de tomar su cruz y seguir a Jesús no es digno del reino. Al reportar la vacilación de los padres y la valentía del ex ciego, el evangelista está llamando a sus lectores a seguir el ejemplo del ex ciego y confesar a Jesús, pase lo que pase.
Jesús, en numerosas oportunidades, había advertido a sus discípulos de las consecuencias que les podrían sobrevenir por confesarlo públicamente, como por ejemplo, ser expulsados de la sinagoga: "Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre" (Lucas 6.22). El apóstol San Pablo sabía en carne propia lo que significaba ser expulsado de la sinagoga (Hechos 13.50). Pero ser expulsado de la sinagoga por confesar el nombre de Jesús es preferible a tener que ser expulsado del reino de Dios por negarlo delante de los hombres: "Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo de Dios le confesará delante de los ángeles de Dios; mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios" (Lucas 12.8-9).
Entre los judíos existían dos clases de excomunión de la sinagoga: la excomunión plena y la excomunión menor. La excomunión plena era para herejes, apóstatas y enemigos peligrosos de la fe. La excomunión menor era una excomunión disciplinaria que buscaba el arrepentimiento y la reintegración del individuo a la comunidad. La excomunión plena se hacía para proteger a la comunidad de la influencia perversa del excomulgado. Esta maldición era para toda la vida. Se maldecía al hereje frente a toda la congregación (Barclay 1974.57). Quedaba prohibido todo trato personal y social con tales personas.
Al final de cuentas, los padres del ex ciego actúan de tal forma que ni defienden ni protegen a su hijo. En cierto sentido, han dejado de ser padres del ex ciego.
El hombre ya no es hijo de ellos; es hijo de Dios. Es uno de los que habla el evangelista en Juan 1.12-13 cuando declara: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Alfaro 1990.132).
9.24-25: Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Entonces él respondió y dijo; Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
La expresión "da gloria a Dios" indica que el exciego debe confesar su pecado por haber confesado que Jesús era el Mesías. En el A.T. un pecador daba gloria a Dios cuando admitía su pecado y no trataba de justificarse. El pecador también daba gloria a Dios cuando se sujetaba al castigo que merecían sus pecados. En el libro de Josué, Acán había tomado para sí mismo un lingote de oro, doscientos sidos de plata y una túnica babilónica de la ciudad de Jericó. Por ese pecado los israelitas fueron derrotados cuando atacaron la ciudad de Hai. Enfrentándose a Acán, Josué le declara: "Da gloria a Jehová el Dios de Israel y dale alabanza, y declárame ahora lo que has hecho" (Josué 7.19). Dios es glorificado cuando los pecadores confiesan sus pecados. Así, al pedir al ciego que dé gloria a Dios, los fariseos nos dan a entender que ya lo consideran culpable de excomunión.
Lo irónico de la situación es que el ex ciego realmente está dando gloria a Dios con su confesión de Cristo. Los verdaderos pecadores son los que se rehusan a creer en el Hijo del Hombre. Los fariseos acusan a Jesús porque no ha guardado la ley del sábado, pero no se dan cuenta que Jesús es aquel en quien el día de reposo halla su perfecto cumplimiento. A la luz de la venida del Logas al mundo, el gran pecado no es descuidar el sábado, sino no creer en Jesús (Duke 1985.78).
9.26-28: Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos.
Los fariseos rechazan enérgicamente la sugerencia de que quizás ellos mismos se sientan atraídos a Jesús. Sin embargo, sabemos que algunos de ellos, como Nicodemo, creían secretamente en el Hijo del Hombre. El hecho de que los fariseos reaccionen de esa manera puede ser una indicación de que ellos se den cuenta quién es Jesús. En sus corazones saben que el ciego está diciendo la verdad, pero no lo pueden admitir públicamente. Al principio los fariseos creyeron que el hombre sanado realmente no había sido ciego. Sospechaban que todo había sido una confabulación entre Jesús y el hombre. Pero después de la interrogación del hombre y de sus padres se dan cuenta que realmente se ha realizado un gran milagro, pero no quieren admitir que estaban equivocados.
Lo que pasa es que los fariseos están luchando contra el testimonio del Espíritu Santo en sus corazones; se están oponiendo a lo que saben es la verdad. Y este es su pecado: conocer la verdad y no confesarla. Los fariseos ostentan ser discípulos de Moisés pero no reconocen al profeta de quien Moisés escribió. No confiesan a quien Moisés confesó y por eso tampoco son discípulos de Moisés.
9.29-30: Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea. Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos.
Los fariseos basan su legitimidad en la autoridad de Moisés pero cuestionan la legitimidad de Jesús y la autoridad con la que enseña y actúa. El ex ciego con su respuesta a los fariseos indica que la grandeza del milagro hecho por Jesús es una demostración clara de su autoridad divina. Es Dios mismo que ha autorizado a Jesús a enseñar y obrar maravillas (Schnelle 1992.122). El ex ciego se está volviendo cada vez más audaz y valiente en su testimonio a favor de Jesús. Se queda maravillado ante la incredulidad de los líderes religiosos del pueblo. ¿Cómo es posible que los supuestos hombres de fe sean tan incrédulos? Esta es también la pregunta que hace el evangelista ante la incredulidad de las autoridades sinagogales de su día.
El ex ciego se maravilla de que los líderes religiosos del pueblo hayan visto la señal hecha por Jesús pero no captan el significado de la misma. En Éxodo 7-12 Moisés realiza 10 señales para convencer al faraón y a los egipcios de que él ha sido autorizado por Dios para liberar al pueblo hebreo. En vez de captar el significado de las señales y creer en la palabra de Moisés, el faraón endureció su corazón y no escuchó. Las señales de Jesús indican que él es el enviado y comisionado por Dios para ser la luz del mundo y liberar a los que viven en tinieblas y oscuridad. Los líderes de la sinagoga, igual que los egipcios, endurecen sus corazones ante las señales divinas y rehusan creer en aquel hacia quien apuntan todas las señales. La incredulidad de los fariseos no es el producto de una falla en las señales, sino de su dureza de corazón (Johns 1994.527). Los que se jactan de ser discípulos de Moisés son en realidad discípulos del faraón. Por eso el mismo Moisés será su acusador (Juan 5.45).
9.31: Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.
Según la definición dogmática de los fariseos en cuanto a pecado. Jesús es un pecador y por eso no puede obrar una señal divina. Si ha ocurrido un milagro tiene que haber sido por el poder del diablo. Esa es la conclusión a la que llegaron los fariseos en Lucas 11.14-23. En vez de revisar sus definiciones dogmáticas a raíz de la evidencia y del testimonio del ex ciego, los fariseos niegan las evidencias y los testimonios en base a sus definiciones dogmáticas. Al decir: "Dios no oye a los pecadores", el ex ciego estaba expresando una doctrina con la que concordaban todos los fariseos. El Dios de quien habla el A.T. no es como los espíritus venerados por la santería cubana, el vudú haitiano, la macumba brasileña y el culto a María Lionza enVenezuela. El Dios verdadero no hace caso a los que le invocan para ayudarles a realizar fechorías, maldiciones o trabajos en perjuicio de otros. La mayoría de los espíritus reverenciados en las religiones populares no son morales ni inmorales sino amorales. Sus poderes se pueden buscar para hacer tanto el bien como el mal, así como la electricidad o el poder atómico pueden ser utilizados para bien o para mal.
El Dios de la Biblia, sin embargo, no atiende a los ruegos de los que lo buscan para el mal. "Gritarán a mis oídos con gran voz, y no los oiré" (Ezequiel 8.18). Si Jesús hubiera sido un malvado, Dios Padre no le hubiera ayudado a sanar al ciego. La sanidad del ciego debía ser, para los fariseos, una señal de que Jesús era un hombre justo y un verdadero profeta de Dios. Proverbios 15.29 declara: "Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos."
9.32-33: Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciega Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.
Aunque en el A.T. se pueden encontrar milagros donde se restaura la visión a personas que habían perdido la vista que una vez habían tenido, no hay ningún relato donde se sane a un ciego de nacimiento. Sin embargo, existía la esperanza de que en los tiempos mesiánicos los ciegos recibieran la vista. Isaías profetizó: "En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas" (Isaías 29.18). Véase también Isaías 35.5 y 42.7. La versión de Isaías 61 en la Septuaginta contiene otra lección que proclama la apertura de los ojos a los ciegos. Esta lección se leía en las sinagogas al final del mes de tishri (el mes en que ocurre la fiesta de los tabernáculos) o al comienzo de cheshvan.
En los versículos 32-33 el ex ciego profesa su fe frente a los profesores delpueblo de Israel. Llega a ser un verdadero profesor porque confiesa a Cristo. Hoy en día hay muchos que llevan el título de profesor pero ignoran la verdad más importante de la vida, pues no conocen a Cristo. El ex ciego aquí se ha convertido en el profesor de los profesores ciegos. En medio de una multitud de supuestos sabios que siguen profesando su incredulidad, brilla el testimonio del hombre nacido ciego. Aquí podemos ver cómo la luz que entró en el mundo con la venida de Jesucristo sigue resplandeciendo en las tinieblas (Juan 1.5). La luz sigue alumbrando por medio del testimonio de uno que ha sido tocado por Jesús.
9.34: Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.
El hecho de que un pobre mendigo se treva a dar lecciones sobre la fe a doctores de la ley enfurece a los fariseos y en su furia lo expulsan de la sinagoga. Lo consideran un hereje y no aceptan que naciera ciego para que las obras de Dios se manifestasen en él. Lo condenan como uno que ha nacido en pecado. Es bien sabido que pocos seguidores de Jesús fueron expulsados de la sinagoga durante el tiempo de su ministerio público en Israel. Después de la resurrección de Jesús muchos de sus discípulos siguieron adorando en el templo y en sus sinagogas locales. El hecho de que creyeran que Jesús era el Mesías todavía no era causa suficiente para merecer su excomunión y expulsión. Se sabe que en el tiempo del concilio de Jamnia (alrededor de 85-90 d.C.) el fariseo Samuel el Pequeño hizo una alteración en la liturgia de la sinagoga, insertando un cambio en la duodécima bendición de la oración de las 18 bendiciones. El cambio consistió en una maldición sobre los herejes llamada birkat-ha-minim. La maldición pide que perezcan en un momento los minim o herejes y los nazarenos (los seguidores de Jesús) y que sean borrados del libro de la vida. Este cambio ha llevado al intérprete moderno J. Louis Martyn a creer que la maldición fue añadida a la liturgia sinagogal específicamente para obligar a los seguidores de Jesús a abandonar la sinagoga.
En opinión de Martyn, ningún seguidor de Cristo podía participar en la recitación de las 18 bendiciones y de ese modo pronunciar una maldición sobre sí mismo. Hubiera tenido que abandonar la sinagoga y así auto-excomulgarse. En base a su reconstrucción de la historia de Jamnia, Martyn ha formulado la tesis de que Juan 9 fue escrito en dos niveles diferentes.
Según Martyn, Juan 9 y también otras partes del evangelio, relatan a la vez la historia del ciego y la historia de la comunidad cristiana a la que pertenecían el autor del cuarto evangelio y sus discípulos. Martyn cree que el evangelista a propósito escribió la historia del ciego a dos niveles para relatar algo que sucedió en el tiempo de Cristo y algo que sucedió a fines del primer siglo d.C. En otras palabras, el ciego representa a los creyentes que, al fmal del primer siglo, fueron expulsados de la sinagoga u obligados a abandonarla por los cambios en la liturgia. Lo que, según Martyn, llevó a los fariseos a buscar la expulsión de los discípulos de la sinagoga no me la doctrina de Jesús como el Mesías, sino la idea de que Jesús era divino. Cuando los creyentes salieron de la sinagoga como consecuencia de la birkat-ha-minim, nació la comunidad de creyentes a la cual se dirige el evangelio de Juan. Sin embargo, algunas personas, por miedo, no abandonaron la sinagoga.
Martyn postula que Juan 9 fue escrito para llamar a estos creyentes secretos o débiles a que hagan confesión de su fe y salgan también de la sinagoga. Esta hipótesis de Martyn ha sido aceptada en su totalidad o en parte por la mayoría de los intérpretes académicos del cuarto evangelio en el primer mundo.
9.35-37: Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es.
El ex ciego mostró gran valor al enfrentarse con los fariseos y defender a Jesús en contra de las calumnias de sus enemigos. No sólo fueron abiertos sus ojos físicos, ahora también están comenzando a abrirse sus ojos espirituales. Su fe está comenzando a crecer, pero todavía es incompleta. Por eso Jesús viene y busca al ex ciego para llevarlo a una fe completa. Aunque el ex ciego ha sido abandonado por sus padres y sus amigos de la sinagoga, encuentra un nuevo y mejor amigo en Cristo Jefsús. Jesús es el amigo que nunca lo desamparará. En la historia del ex ciego y en la de todos los que sufren desprecio por el nombre del Señor, se cumplen las palabras del Salmo 27.10: "Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá." Jesús quiere que el ex ciego y nosotros, los lectores del cuarto evangelio, lo confesemos públicamente como la luz del mundo. En Marcos 8.22-26 leemos de otro ciego que fue sanado por Jesús. El ciego en Marcos recobró su vista física por etapas. Después que Jesús pusiera las manos sobre el ciego, él llegó a ver a los hombres como árboles que andan. Después que Jesús pusiera sus manos sobre él otra vez, puede ver claramente todo cuanto está a su alrededor. El ciego en Juan 9 recobró su vista física enseguida, pero su vista espiritual por etapas. Primero confiesa a Jesús como profeta; un poco más tarde como poderoso para obrar milagros, y más adelante como uno que ha venido de Dios. Finalmente confiesa públicamente que Jesús es el Hijo de Dios. Ahora tiene la visión espiritual completa. Muchos judíos en el tiempo en que Juan estaba escribiendo su evangelio todavía tenían una fe parcial. Eran miembros de la sinagoga como los padres del ciego, pero por ignorancia o temor no habían confesado públicamente a Jesucristo como el Hijo de Dios. Tal vez también temían ser expulsados de la sinagoga. El evangelista en Juan 9 enseña a tales creyentes temerosos que una confesión parcial no es suficiente. No basta creer en y confesar a Jesús como un gran profeta o el más grande de los milagreros. Hay que confesar a Jesús como el Hijo de Dios, la luz del mundo y el Logos encarnado. No basta ver a medias. El cuarto evangelio fue escrito para que nosotros también pudiéramos ver claramente.
En la versión Reina Valera Revisada Jesús pregunta al ex ciego "¿Crees tú en el Hijo de Dios?" mientras que en la Biblia de Jerusalén y en la versión Dios habla hoy Jesús pregunta "¿Crees tú en el Hijo de Hombre?" Las dos diferentes versiones de este versículo reflejan diferencias en los manuscritos griegos que han sido preservados. Los manuscritos que tienen Hijo de Hombre son P66, P75, a, B, D, W.
Todos son manuscritos muy antiguos y muy fidedignos. Los manuscritos que tienen Hijo de Dios son A, L, q, y, también manuscritos muy antiguos y confiables. ¿Cuál de las dos lecturas, entonces, debe ser la preferida? Aquí entra en juego una regla interpretativa que reza: "La lectura más difícil debe ser la preferida" (difficilior lectio probabüior). En la aplicación de esta regla a este texto los intérpretes dirían que es más probable que un escriba, buscando exaltar más la divinidad de Cristo, hubiera cambiado Hijo del Hombre a Hijo de Dios y no cambiado Hijo de Dios a Hijo del Hombre. Por esta razón la mayoría de las traducciones modernas prefieren Hijo del Hombre sobre Hijo de Dios.
La pregunta de Jesús: "¿Crees tú en el Hijo del Hombre?" no quiere decir:
"¿Crees tú en la existencia del Hijo del Hombre?" sino "¿Has puesto tu confianza y tu fe en el Hijo del Hombre?"
En este capítulo, que nos presenta una verdadera inquisición, podemos encontrar 16 diferentes preguntas lanzadas por los diferentes actores en el episodio. En este versículo encontramos la única de estas 16 preguntas hecha por Jesús: "¿Crees tú en el Hijo de Dios?" Ésta, sin duda, es la más importante de todas las preguntas en Juan 9. Es una pregunta dirigida por Jesús, no solamente al ex ciego, sino también a todos los lectores del cuarto evangelio. Es una pregunta dirigida a nosotros.
Como actores en el drama de Juan 9, hemos visto la evidencia a favor y en contra de Jesús. Ahora ha llegado el momento de tomar una decisión. Los fariseos, cerrando sus ojos a la evidencia, juzgan en contra de Jesús y lo condenan como uno culpable de muerte. El ex ciego también hace su decisión y decide a favor de Jesús, aunque le cueste la excomunión o la muerte. ¿Cuál es nuestra decisión?
Las palabras de Jesús: "Pues le has visto, y el que habla contigo, él es", se
asemejan mucho a las palabras de Jesús a la mujer samaritana en Juan 4.26: "Yo soy, el que habla contigo." Ambas declaraciones son de suma importancia para la teología del cuarto evangelio porque son auto-revelaciones de Jesús como Mesías e Hijo del Hombre. Las reacciones de asombro de la samaritana y del ex ciego ante tal revelación indican cuáles deben ser nuestras reacciones ante el Hijo del Hombre que se revela a nosotros en nuestra lectura del evangelio de Juan. La samaritana deja su cántaro junto al pozo y llama a los hombres de Samaría para que vengan a ver al Cristo. El ex ciego confiesa a Jesús como Señor y le adora.
9.38: Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.
Con su confesión de fe en Jesús como el Hijo de Dios, el ex ciego ha llegado a ver en doble sentido. No solamente reciben vista sus ojos, sino que llega a creer en Jesús y a adorarlo. Puesto que sólo Dios debe ser adorado, es evidente que el ex ciego ha llegado a ver que Jesús es divino. El ex ciego llama a Jesús Señor o kurios (Kupioi; en griego), la misma palabra con la que los romanos aclamaban a su emperador.
El texto aquí no solamente nos llama a confesar a Jesús, sino también a adorarlo. La palabra griega traducida como adorar es TipooKuvéd), un término usado en el antiguo medio oriente para indicar el acto de postrarse en el suelo ante un ser divino y besar sus píes. Es la misma palabra que se usa en el Apocalipsis para indicar la adoración que los santos, ángeles y seres divinos rinden a Dios y que los condenados rinden a la bestia y al dragón (Beasley-Murray 1987.160).
En el cuarto evangelio el término ver quiere decir creer, mientras que no creer equivale a estar ciego. Se debe notar que el ex ciego llegó a una fe completa no solamente por haber experimentado el milagro, sino también por la palabra que le habló Jesús. Si las señales no están acompañadas de la palabra, pueden ser malentendidas fácilmente. Por eso en el cuarto evangelio las señales siempre reciben su interpretación espiritual. En el evangelio de Juan las palabras de Jesús interpretan los milagros y los milagros interpretan las palabras. Por medio de las señales y las palabras el ciego llega a ver claramente. Es el prototipo de todos los que llegan a creer en el Hijo de Dios. Así, en la señal del ciego de nacimiento se cumplen las palabras del profeta en Isaías 42.6-7.
9.39: Dijo jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.
La señal hecha por Jesús produce fe y rechazo a la vez. Este gran milagro es una epifanía de la gloria de Dios en su Hijo. Sirve para revelar que Jesús ha sido enviado por Dios y que es en verdad la luz del mundo. Las palabras indican la doble función del Hijo del Hombre para traer vida y salvación al mismo tiempo que juicio sobre los que no quieren reconocer su ceguera y su necesidad de luz.
El verbo juzgar (Kpíveiv en griego) representa otro de los conceptos claves en este evangelio. Este verbo aparece 19 veces a lo largo del evangelio (véase especialmente Juan 5.22; 8.15 ss; 12.47 ss). En los capítulos 9 y 10 se enfatiza la diferencia entre el juicio falso de los líderes de Israel y el juicio justo del buen pastor que viene a rescatar las ovejas del Padre de los falsos pastores del pueblo. Los jueces del Sanedrín, la corte suprema de Israel, acaban de juzgar falsamente al ex ciego y de expulsarlo de la sinagoga. Jesús, en cambio, juzga justamente, al condenar a los miembros del Sanedrín como jueces corruptos y falsos pastores. Los jueces y pastores de Israel no hacen justicia, por eso es necesario que venga el pastor-mesías justo profetizado por Jeremías y Ezequiel (Véase Jeremías 22.1-4; 23.1-16; Ezequiel 34). Recordemos que el tema del juicio era una de las características de la fiesta de los tabernáculos que estaban celebrando los judíos en ese tiempo.
9.40-41: Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.
No solamente es progresiva la sanidad que recibe el ex ciego, también es progresiva la pérdida de visión de los fariseos. Al principio parecen estar dispuestos a aceptar la realidad del milagro obrado por Jesús (v. 15) y algunos de ellos lo defienden (v.l6). En el v.l7 están dispuestos a escuchar la opinión del ex ciego. Pero poco después buscan la forma de desacreditar su testimonio vv.25 ss) y le hacen trampas. Cuando no logran nada, comienzan a lanzar acusaciones contra Jesús y el ciego. Terminan excomulgando de la sinagoga al nuevo discípulo de Jesús. Su ceguera llega al colmo cuando profesan tres veces: "Nosotros sabemos (nosotros vemos)" vv.24 y 29 (Duke 1985.125). En vez de caminar hacia la luz como el ex ciego, los fariseos huyen de la luz y se meten aún más profundamente en las tinieblas.
Los fariseos son culpables porque en realidad no quieren creer en Jesús. Todos sus esfuerzos para encontrar una falla en el testimonio del ex ciego han fracasado. Toda la evidencia señala que Jesús en verdad ha abierto los ojos de un hombre nacido ciego. Toda la evidencia indica que Jesús es en verdad la luz del mundo. Pero los enemigos de Jesús no quieren reconocer la evidencia. Se dejan guiar por su dogmas y no por los hechos. Sus dogmas afirman que un hombre que obra en el día de reposo tiene que ser un pecador y que un pecador no puede ser de Dios. Ellos están convencidos que un hombre sin educación, como el ex ciego, no puede enseñarles nada. En realidad, en su corazón, los fariseos saben quién es Jesús, pero por temor a contradecir sus dogmas, no pueden admitir la verdad. Son ciegos porque quieren ser ciegos. Su ceguera es rebuscada y por eso están en peligro de cometer el pecado contra el Espíritu Santo (Blank 1984.11,224). Son ciegos, no porque les falten los ojos, sino porque no quieren ver la luz. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Hace casi cien años el famoso autor inglés H. G. Wells escribió un cuento que llevaba por título El valle de los ciegos. En la novela un alpinista que estaba perdido en los Andes peruanos llega a un valle escondido y desconocido donde todos los habitantes son ciegos. Han sido ciegos por tantas generaciones que han olvidado lo que es ver. Por eso sus casas no tienen ventanas y en su vocabulario no existen palabras como mirar, ver, visión u observar. Recién cuando llega el alpinista de otro mundo los ciegos se dan cuenta de la diferencia entre ellos y el extranjero. Pero creen que ellos son normales y que el extranjero es anormal.
Así, hemos vivido en tinieblas y oscuridad por tantos años, que hemos llegado a creer que todo lo que pasa en nuestro mundo es normal. Es normal que los ricos abusen de los pobres y los hombres de las mujeres. Es normal recurrir a hechiceros y brujos para resolver problemas y vengarse de los enemigos. Es normal que los políticos sean corruptos y que nuestra meta en la vida consista en ser servidos y no en servir. Es normal aprovecharse de los demás, afirmar el propio yo y avanzar a expensas de los demás. Pero con la llegada de Jesucristo, la luz del mundo, se pone de manifiesto que lo normal es anormal. Lo que llamamos normal es una enfermedad, una deformación; así no fuimos creados en el plan de Dios. Cuando viene Jesús y nos comparamos con él, podemos ver que él es el único ser humano normal y que todos nosotros somos anormales. Si insistimos en nuestra normalidad, ponemos de manifiesto que, al igual que los fariseos de Juan 9, somos ciegos que profesan ver. El que cree en Jesús es un ciego que ha llegado a ver la luz. El que ve pero no cree en el Hijo del Hombre, es un vidente que se ha vuelto ciego. Como en la historia de Naamán el sirio, cuya lepra fue transferida a Giezi (2 Reyes 5.21-27) la ceguera del ciego es transferida simbólicamente a los fariseos (Guilding 1960.125).
Al principio del relato se hizo la pregunta en tomo al ex ciego: "¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?" Ahora, los diálogos del capítulo 9 han revelado que los verdaderos ciegos son los fariseos. Sería justo lanzar nuevamente la pregunta del versículo 2, pero esta vez con referencia a los fariseos: "¿Quiénes pecaron, éstos o sus padres, para que hayan llegado a ser ciegos?" Aunque "el padre de toda mentira" ha desempeñado su papel en el asunto, la culpa es claramente de los fariseos que dieron sus espaldas a la luz y prefirieron creer en las mentiras del diablo. Aunque en muchas instancias la ceguera física no está ligada al pecado, la ceguera espiritual "es fruto y efecto del pecado de la incredulidad"(Alfaro 1990.129).
Jesús es la luz del mundo que ha venido al mundo. La luz de Jesús tiene una doble función: 1- da el don de la luz y de la fe a los que, como el ciego, están en las tinieblas; 2- revela y juzga el pecado y la rebelión de los que rechazan la revelación que el Padre nos da en Cristo Jesús. Mientras no estaba presente la luz del mundo, los líderes de Israel podían mantener escondida la verdadera condición de sus corazones y hacerse pasar como personas muy religiosas. Ahora, con la venida de Jesús, lo que estaba escondido en las tinieblas se hace visible. La luz del mundo no es solamente vida eterna, también es juicio, que revela las obras de las tinieblas (Juan 3.20). El capítulo 9 de San Juan no es solamente la historia de un ciego, es también la historia de lo que pasa cuando la luz viene al mundo.
A menudo se repite en los anales de la iglesia la historia de los fariseos y del ciego de nacimiento. Lulero también era un ciego que creía que podía lograr su justificación por medio de peregrinaciones, indulgencias, méritos y la mortificación de la carne. En su estudio de la Biblia, especialmente la epístola a los Romanos, Martín Lulero experimentó lo que experimentó el ciego de Juan 9. Sus ojos fueron abiertos para ver que el ser humano no es justificado por sus propias obras sino por la obra de Jesús, su encamación, pasión y exaltación. Cuando Lutero comenzó a dar testimonio de su experiencia, los fariseos de sus días se volvieron en su contra y lo expulsaron de su sinagoga.
En la época de la conquista leemos de un sacerdote-conquistador que vino al nuevo mundo con Colón más para ser servido que para servir. Por sus servicios como capellán de los asesinos y ladrones que conquistaron y saquearon a Cuba, Bartolomé de Las Casas llegó a ser el dueño de esclavos y de terrenos que habían sido arrebatados a los indígenas. Pero, como en el caso de Lutero, los ojos ciegos del sacerdote fueron abiertos por la lectura de la Palabra. Esta Palabra cambió la vida de Bartolomé de Las Casas y lo convirtió en una nueva criatura. Renunció a sus terrenos y dio libertad a sus esclavos y se convirtió en el más recio luchador a favor de los derechos humanos de los indígenas. El testimonio de Bartolomé de Las Casas fue rechazado por la mayoría de sus contemporáneos, quienes lo calificaron de traidor, loco y hereje. Sus libros fueron condenados y su nombre vilipendiado por sus paisanos y correligionarios. Hasta el día de hoy, Bartolomé de Las Casas no ha sido declarado santo por su propia iglesia. Igual que el ex ciego, de Las Casas experimentó lo que quiere decir el ser expulsado de la sinagoga.
Más recientemente, el obispo de San Salvador, Osear Romero, era conocido como un prelado del sistema, un hombre callado y tranquilo que se identificaba con las élites dominantes del atribulado país centroamericano. Estas élites, como los fariseos del tiempo de Jesús, profesaban ser fieles hijos de la iglesia, mientras devoraban las casas de las viudas y trasquilaban, sacrificaban y crucificaban a las ovejas del Señor. Pero los ojos de Romero también fueron abiertos y se convirtió en la voz de los que no tienen voz. Su testimonio tampoco fue bien recibido por los fariseos de su país. No pudiendo excomulgar a Romero por medio de decretos y manipulaciones legales, los enemigos del evangelio decidieron excomulgarlo por medio de balas asesinas que segaron su vida. De esta manera se sumó otro mártir a los miles que han dado sus vidas por la causa de Cristo, y la historia de Juan 9 sigue repitiéndose (Alfaro 1990.134).
Nota litúrgica: En el ciclo litúrgico de tres años en ¡Cantad al Señor! Juan 9 aparece como el santo evangelio para el año A en el tercer domingo de Cuaresma. En el leccionario del grupo litúrgico interconfesional de Gran Bretaña Juan 9.1-41 es la lección para el segundo domingo de Cuaresma en el año D. La lectura de Juan 9 en la Cuaresma corresponde a su uso en las liturgias de la iglesia antigua. Muchos padres de la iglesia antigua como Tertuliano y San Agustín vieron la curación del ciego en el estanque de Siloé como una prefiguración del Bautismo. La vista que recibió el ciego fue considerada como un símbolo de la fe y el alumbramiento espiritual que reciben los cristianos en el misterio del Bautismo. Tenemos sermones bautismales de San Ambrosio, San Agustín y San Juan Crisóstomo basados en Juan 9. Predicando sobre Juan 9.6-7, Crisóstomo enfatiza que no es suficiente escuchar la Palabra que se hizo carne, hay que apurarse al baño bautismal. Puesto que la iglesia antigua solía celebrar los bautismos de los nuevos creyentes en las vísperas de la Pascua de Resurrección, la lectura de Juan 9 en Cuaresma servía como un medio de instrucción sobre el significado del Bautismo para los catecúmenos (Hoskyns 1947.355;363-365).
Nota adicional sobre la tesis de J. Louis Martyn: En la discusión sobre Juan 9.22 se mencionó la teoría muy difundida actualmente de que el evangelio de Juan es una obra escrita en varios niveles diferentes y que la intención del evangelio es damos, no solamente una historia de Jesús, sino también la historia de la comunidad joánica, o sea, la comunidad eclesiástica de la cual salió el autor de la obra y para la cual la escribió.
Según la teoría de Martyn, el evangelio de Juan fue escrito en tres etapas diferentes, cada una con su propia historia y su propio énfasis teológico. La primera etapa corresponde al tiempo anterior al Concilio de Jamnia cuando los miembros de la comunidad para quienes fue escrito el evangelio todavía asistían a la sinagoga y mantenían relaciones sociales con los judíos de la sinagoga. Para convencer a sus hermanos de raza que Jesús era el Mesías profetizado, un judío cristiano hizo una recopilación de sermones u homilías que comprobaban que Jesús era en verdad el Cristo. Este fue el evangelio según San Juan en su forma más primitiva.
En opinión de Martyn, el crecimiento de los judíos cristianos dentro de la sinagoga y la comunidad judia provocó una crisis entre los líderes eclesiásticos de la sinagoga entre los años 80-90 d.C. Comenzaron debates entre los judíos que creían en Jesús como el Mesías y los que lo rechazaban. Estos debates llevaron a los rabinos reunidos en Jamnia a modificar el birkat-ha-minim, la duodécima de las dieciocho bendiciones en la liturgia de la sinagoga. La aprobación de esta modificación tuvo dos resultados. Un grupo de creyentes en Jesús fue expulsado de la sinagoga del mismo modo que el ex ciego en Juan 9. En realidad, el ex-ciego representa a todos los judíos-cristianos que fueron expulsados de la sinagoga y perseguidos por sus líderes. Otros judíos que creían en Jesús se asustaron, y para no ser perseguidos y expulsados, callaron su testimonio y se negaron a confesar públicamente a Jesús. Personas como Nicodemo y los padres del ex ciego son los representantes de este grupo. Según Martyn, las partes del evangelio de Juan que hablan de la persecución de los discípulos y del odio del mundo fueron incorporados al evangelio durante este período.
Según la teoría de Martyn, la tercera etapa en la producción del cuarto evangelio comenzó cuando los discípulos joánicos, expulsados de la sinagoga, buscaban definirse o relacionarse con otros grupos de creyentes, tanto los que habían quedado en la sinagoga como los que habían formado otros grupos de discípulos. Los creyentes que no quisieron abandonar la sinagoga fueron denunciados como discípulos de Moisés y no de Cristo, en tanto se refiere a os otros grupos de creyentes que también fueron expulsados de la sinagoga como "las otras ovejas que no son de este redil" (Juan 10.16). Según Martyn, las partes del evangelio que hablan de los falsos discípulos y de las otras ovejas, fueron añadidas al cuarto evangelio durante la tercera época que corresponde al tiempo después del año 90 d.C. Durante esta época también se desarrolló "la cristología de arriba", que enfatiza que Jesús no es de este mundo, sino que vino a la tierra como un extraño de otro mundo. Se dice que esta "cristología de arriba" reemplazó una cristología anterior que enfatizaba más bien el amor de Dios para con el mundo y su deseo de salvar a todos (Brown 1987.166-168).
Los principales argumentos en contra de la teoría de Martyn y sus discípulos son tres:
1 - En primer lugar algunos autores judíos han afirmado que el birkat- ha-minim no fue añadido a la liturgia de la sinagoga como una medida para provocar la expulsión de la sinagoga de los judíos que creían en Jesús como el Mesías, sino para proteger al judaismo rabínico de las muchas formas de sincretismo, herejías y filosofías paganas que estaban amenazando las sinagogas judías en el Imperio Romano. Algunos autores cristianos como Beasley-Murray, enfatizan que la persecución y expulsión de los creyentes de la sinagoga comenzó mucho antes de Jamnia, y que lo que sucedió en esa asamblea fue solamente la culminación de un proceso de expulsión y persecución que ya había comenzado muchos años antes.
Beasley-Murray cree que el rabino Samuel el Pequeño, el supuesto autor de la duodécima bendición, solamente adoptó para el uso del concilio de Jamnia una declaración que ya circulaba en muchas partes del mundo judío muchos años antes del concilio. Creyentes como Esteban, Pedro, Pablo, el apóstol Jacobo y Santiago, el hermano de Jesucristo (apedreado y asesinado en el año 62 d.C.), sufrieron persecución muchos años antes del concilio de Jamnia (Beasley-Murray 1987.154).
2- En segundo lugar se ha criticado la teoría de Martyn porque no da importancia al papel de los gentiles en el cuarto evangelio. En el tiempo en que fue escrito este evangelio, muchos gentiles ya habían llegado a formar parte de las comunidades de seguidores de Jesús. Hablar de la comunidad joánica como un grupo de cristianos judíos es ignorar las muchas alusiones a los gentiles en el cuarto evangelio que ya hemos mencionado.
Martín Hengel cree que las referencias a las fiestas de los judíos en el cuarto evangelio indican que cuando se escribió el libro ya la mayoría de los miembros de las iglesias en Asia era de origen gentil. Las muchas referencias acerca de una misión universal a los gentiles también indican que muchos de los destinatarios del cuarto evangelio eran gentiles. Textos como Juan 1.17: "La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo", indican que no hay diferencia en cuanto al propósito de la ley entre la teología de San Pablo y los destinatarios del cuarto evangelio. Las diferencias que, según la carta a los Gálatas, causaron problemas entre cristianos, ya no son un problema en los escritos joánicos. Éstos y muchos argumentos más llevan a Martín Hengel a cuestionar seriamente si en verdad existía una escuela joánica o una comunidad del discípulo amado que vivía aislada y divorciada de la gran iglesia, o sea, de las congregaciones establecidas por Pablo, Bernabé, Apolos, Pedro y otros misioneros de la iglesia primitiva (Hengel 1989b.l 19-124).
3- Un tercer argumento en contra de la tesis de Martyn es que la así llamada "teología de arriba" no es el resultado de las discusiones entre judíos y judíos cristianos en los años 80-90 d.C. Se ha señalado que Jesús ya es presentado como un ser divino que viene de arriba en casi todos los himnos cristológicos que encontramos en el N.T., por ejemplo Filipenses 2.5-11. Estos himnos no son creaciones de Pablo (quien escribió sus cartas entre los años 50 y 62 d.C.) o de otros autores del N.T. Eran himnos conocidos, y fueron diseminados entre diferentes grupos de creyentes aún antes de ser incorporados a las epístolas del N. T. donde los encontramos hoy en día.
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